Hoy estoy tremendo, cosas grandes que se juntan en el tiempo, y mi capacidad de digestíon debe ser chiquita. Además estoy cansado, duermo poco porque entro muy temprano a trabajar y podría comer mejor.
Estoy tremendo porque hoy me ha dado por pensar en el perdón y en el olvido. Qué cosas. Me pregunto a quién le puede interesar lo que yo piense sobre algo tan enorme, y me quedo absorto cuando compruebo que cada día hay más personas que se asoman a esta ventana a mirar lo que se cuece dentro de mi… Más de un centenar de visitas diarias a este blog que no tiene ningún sentido para nadie que no sea yo (y mi madre, claro).
Perdón, olvido… no los encuentro donde de verdad hacen falta para que la vida siga. Están, ya lo creo, en las cosas pequeñas, en las que para pasar página no hace falta mover la mano, de eso ya se ocupa el tiempo. Pero en las grandes, ahí ni perdón ni olvido. Cuanto más fue, menos habrá. Sale el dolor, la rabia, el orgullo, la humillación, el desamparo, las lágrimas derramadas y las tragadas, salen colores que antes no existían, la voz en alto, la mirada esquiva, las tripas, la memoria oscura pero aún viva y todo se mezcla en un huracán de reproches.
No hay ni olvido ni perdón. Sólo hay cambios de camino.